Por Natalia Quiero Sanz

No es lo más esperado recibir una emergencia del trabajo durante la noche y menos un fin de semana, pero la alerta llegó en pleno frío y lluvioso invierno penquista del 2022: un instrumento que debía estar en el mar se geolocalizó en la playa. La alarma inicial no fue la más alarmante. Pronto se supo que lo que llegó fue la parte con el GPS, pero no la más valiosa de un equipo que quedaba en posición potencialmente desconocida. ¿Lo peor? Era imposible la evaluación in situ inmediata.

Tensión, preocupación, temor. El estrés disparado a niveles extremos. Porque la situación acontecida en el marco de una campaña oceanográfica era extrema, igual que las condiciones en que suelen darse muchos trabajos de campo en la oceanografía y más si se trata de los eventos como los que eran foco de estudio de la operación desarrollada dentro de la línea de investigación “Forzantes Atmosféricos y Oceánicos” del COPAS Coastal, dirigida por Diego Narváez y en que participa un diverso grupo con profesionales especialistas en distintas disciplinas, técnicos y estudiantes de pre y postgrado quienes, de hecho, son los grandes protagonistas de los “terrenos marinos”.

De eventos y monitoreo extremos

Protagonistas, como el estudiante del Programa de Doctorado en Oceanografía UdeC Yosvany García y la alumna de Biología Marina UdeC Jimena González*, tesistas en COPAS e integrantes del grupo que ejecutó la campaña oceanográfica de un mes durante julio para estudiar ríos atmosféricos, para lo que instalaron distintos instrumentos en la Bahía de Dichato, como el muy preciado “Wire Walker”. Un magno equipo de última generación.

Jimena, que estuvo a cargo de la organización de la campaña, explica que está compuesto por una boya que va en la superficie e integra un GPS que cada hora envía una señal sobre su posición y una estructura de más de 2 metros con un peso hacia el fondo marino con sensores para medir de manera automatizada y en alta frecuencia parámetros del agua como oxígeno, temperatura, presión, clorofila, conductividad o radiación. La tecnología se instala en el mar y aprovecha la energía del oleaje para realizar su trabajo. De más está decir que es muy caro y digna del máximo cuidado. Por eso, el grupo le monitoreaba desde Concepción a través y cada cierto tiempo debía evaluar en vivo, comunicándose constantemente entre ellos sobre un equipo que más de un susto les dio, al que perder no era opción y rescatar una obligación.

Yosvany, cubano que se desempeñaba en su país como meteorólogo previo a decidir doctorarse como oceanógrafo UdeC, cuenta que la instalación de la complejidad propia de un equipo de esa envergadura se dio durante la primera semana de julio y que tras pocos días la normal recepción del posicionamiento se convirtió en primer inconveniente: el GPS indicaba que estaba en la playa. Pensaban que era toda la estructura, pero el gran agobio vino cuando supieron que pescadores del lugar habían encontrado en la costa sólo a la boya y para ir a explorar debían organizar un viaje desde Concepción a Dichato que no fue instantáneo.

“Nos preguntábamos dónde estaba el equipo… Ahí empiezan las distintas hipótesis, como que se fue o quedó en su posición porque es pesado y estaba atado al fondo”, recuerda Jimena. Menos mal que al poder trasladarse se comprobó lo segundo y se reinstaló el “Wire Walker”.

Aunque no les dejaría tranquilos, más de un nervioso dolor de estómago sufrieron de cara a revisar la señal enviada por si no era la esperada y no faltó la vez en que fue con toda la razón. “A fin de mes notamos que estaba en movimiento a la deriva hacia el sur. Se propuso el rescate del equipo y lo logramos. Pero, teníamos temor de perderlo, aunque el oleaje estaba con dirección hacia la costa, cuántas cosas pueden pasar en el mar. Además, el GPS estaba en la boya, si se soltaba nuevamente no íbamos a saber dónde estaba el equipo”, relata Yosvany.

Necesarios riesgos que correr

“Es un equipo muy bacán, pero hay que cuidarlo mucho, porque es muy caro y tiene inconvenientes como que se puede soltar la boya, puede pasar una tormenta o un río atmosférico y se lo puede llevar”, asegura Jimena sobre el “Wire Walker” que se resguarda como tesoro en los laboratorios del COPAS hasta que se despliegue otra campaña. Mientras, se analizan los datos obtenidos, a costa de esfuerzos y sustos que valen la pena porque “son increíbles los perfiles que puede dar”, afirma Yosvany, y es uno de los instrumentos que posee de manera única el centro y permitirá avanzar en estudios pioneros en Chile, vanguardistas en el mundo.

Es que, reconocen, es parte de los riesgos que se corren al estudiar eventos extremos y al desenvolverse en ciencias marinas. El sacrificio, la preocupación o estrés al tener que embarcarse, instalar o desmontar instrumentos en la intemperie, observar y muestrear el mar o vigilar valiosas tecnologías son costos que pagar para llevar a cabo investigaciones que, al final, contribuyen al bienestar de la sociedad, porque se entiende a la naturaleza y a fenómenos con sus impactos, lo que tributa en afrontarlos mejor. Para que haya información que analizar e integrar a una investigación y generar conocimientos para enseñar e impactar hay personas que se esfuerzan física y mentalmente e, incluso, se arriesgan.

“Salir a terreno muchas veces significa levantarse súper temprano, acostarse tarde, exponerse a frío o a lluvia”, plantea Diego Narváez, con el conocimiento que le dan sus años como científico del mar. “Además, las interacciones humanas son difíciles, sobre todo cuando hay estrés”, asegura. “Y si vas a una campaña quieres que salga todo bien y por eso estás bajo presión. Más si se rompe un equipo o se sale una boya está la presión de recuperarlo. Y no siempre se puede al tiro, porque si el mar está ‘malo’ no puedes salir, no se puede desafiar al mar y si hay mucho viento u oleaje hay que esperar y cruzar los dedos para que nada se pierda”, detalla. Desafiar al mar acrecienta el riesgo de accidentes que pueden ser letales y hay peligros “básicos” como caídas y golpes, por ejemplo.

Vivir y ganar la experiencia

“Por eso, hay que tener gente a que le guste esto para salir, embarcarse e ir a medir. Afortunadamente, tenemos un buen grupo de personas, algunas llevan tiempo trabajando y saben las dificultades, y otra gente más joven que se está integrando y aprendiendo, porque ganar la experiencia de trabajar en el océano toma tiempo”, sostiene. Y, se detiene en estudiantes, resaltando que “es importante que aprendan a obtener la información y a trabajar con la información, porque hay gente que hace sus tesis y se les entregan los datos, pero no sabe lo que significa obtenerlos”. 

Eso lo convence de que lo crucial para desenvolverse de manera segura y efectiva en las ciencias marinas es vivir la experiencia de la complejidad de las campañas oceanográficas desde los inicios de la carrera, sobre todo en pregrado y también en postgrado.

Del impacto de la vivencia saben Jimena y Yosvany. “En la carrera hemos hecho terrenos y tenido que embarcarnos. Pero, con esta campaña era distinto, porque fue participar en la organización, fue estar ahí y meter las manos. Cuando uno es estudiante y va al terreno ya está todo listo”, comenta Jimena. “Ha sido súper enriquecedor. Lo más notable es que, comparado con presentaciones que nos daban profesores, por ejemplo, al mostrar una diapositiva sobre lo bien que quedan los equipos instalados, al tomarlos e instalarlos no tiene nada que ver con lo que uno se imagina: es más desafiante y una tremenda responsabilidad que recae en nosotros tener equipos de tal magnitud y costo”, sostiene Yosvany.

¿Por qué investigar?

Diego cuenta que en la línea que dirige se busca entender el rol de forzantes de la atmósfera y oceánicos sobre cambios presentes y futuros del océano costero, especialmente causados por patrones emergentes relacionados con la variabilidad ambiental (climática y oceánica). “Estamos particularmente interesados en averiguar el impacto sobre el océano de la ocurrencia de eventos extremos como olas de calor (que pueden ser atmosféricas y marinas) y los ríos atmosféricos. Estamos tratando de ver cuáles son sus relaciones. Además, los ríos atmosféricos también producen olas de calor en ciertos periodos”, destaca.

La asignación de “extremo” a los fenómenos, explica, se debe a que cambian drásticamente ciertas condiciones ambientales, en y por poco tiempo. Por ejemplo, los ríos atmosféricos producen lluvias intensas por 24 horas y se asocian a mucho viento. Al alero de esta línea del Coastal es primera vez que en Chile se investiga la influencia sobre el océano de los ríos atmosféricos, que son de gran magnitud y esperable es que tengan consecuencias sobre el agua del océano, sus condiciones y quienes le habitan, siendo eso lo que apuestan averiguar, resalta.

Pero, avanzar en estos pioneros estudios es una necesidad cada vez más urgente ante la adaptación al cambio global: el océano es regulador de clima, la ocurrencia de ríos atmosféricos se relaciona con “frentes de mal tiempo” y como efecto del cambio climático, al que Chile es uno de los 10 países más vulnerables, aumentarán en intensidad y/o frecuencia los eventos extremos.

Que no se haya investigado realmente qué sucede en el mar cuando viene este evento radica en que las condiciones meteorológicas asociadas, con lluvias y potentes vientos, son adversas para que una embarcación sea autorizada para zarpar por los riesgos que implica navegar así y para hacerlo se espera hasta que el tiempo mejore, pero eso podría generar brechas de información. Por eso tan vital fue la campaña oceanográfica de julio, cuando ocurrieron varios ríos atmosféricos y convergió con observaciones meteorológicas en Concepción en cada ocurrencia, y la posesión del “Wire Walker” con su trabajo permanente para obtener datos en las condiciones reales, justo bajo el rigor del evento extremo, que sean la base en la generación de conocimientos locales de frontera e impacto.

 

* Jimena actualmente ya se graduó de Biología Marina y sigue vinculada a COPAS Coastal

Un comentario

  1. Que interesante trabajo. El tema de Ríos atmosféricos para gente como nosotros e algo nuevo. Obviamente para quienes están relacionados con temas de meteorológica o ciencias del mar u oceanografia debería ser más familiar.
    Ya se del duro trabajo y esfuerzo a que se someten los investigadores y entiendo perfectamente su labor.
    En lo personal me gusta, disfruto y me siento orgulloso ser ser un prestador de servicio a la UdeC y al Departamento Oceanografia especialmente porque en ocasiones he podido dar mis servicios y apoyo cooperando de alguna forma para que sus trabajos sean exitosos. Me gusta conocer gente que siendo jóvenes han elegido esta disciplina y al cabo de unos años han progresado profesionalmente y están férreos sus compromisos con la investigación

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Ir al contenido