Por Natalia Quiero Sanz

Pleno invierno, con frío y potentes lluvias y, azarosamente, cada fin de semana de julio por las noches o todo un día. Así llegaron los ríos atmosféricos a cubrir la provincia de Concepción, cuando integrantes de COPAS Coastal tenían el reto de trabajar en la intemperie para estudiarlos en terreno.

Aunque no fue de forma inesperada ni estresante. Estos son eventos extremos que se asocian a lo que coloquialmente se conoce como “frente de mal tiempo” (técnicamente impropio), porque ocurren por corto periodo, en que hay intensas precipitaciones y tormentas. Y hay modelos que permiten predecirles.

Por eso, el equipo tenía días para prepararse técnica y mentalmente para desplegar una campaña científica desde el campus penquista de la Universidad de Concepción, mientras en paralelo había una oceanográfica en la bahía de Coliumo. El propósito es investigar desde ambas dimensiones al fenómeno con las variables que le influyen y al alero de la línea “Forzantes Atmosféricas y Oceánicas” del centro de excelencia.

Y, es más, por aventura personal y desde el rol científico de quienes participaron, predominaba la expectación por lo novedosa y trascendente de la experimentación. Ese cariz cubrió, como los ríos atmosféricos a la ciudad, lo negativo que suele ser afrontar las inclemencias del tiempo y cuando la mayoría descansa bajo el abrigo del hogar.

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A la caza de las tormentas

El climatólogo Martín Jacques, docente UdeC e investigador del Centro del Clima y Resiliencia (CR2) que se sumó al COPAS en esta etapa al integrarse a la nueva línea de Coastal, cuenta que, concretamente, la campaña consistió en lanzar balones o globos atmosféricos. Eso, cuando ocurría el río atmosférico y desde una estación en el edificio del Departamento de Geofísica donde es académico y que se emplaza cercano al de Oceanografía que aloja al COPAS.

Son objetos cruciales para esta campaña científica, porque explica que están cargados de instrumentos e inflados con helio. En efecto, ascienden muchísimos metros por la columna de aire para medir distintas variables atmosféricas van transmitiendo los valores a una antena.

Varios estudiantes de pre y postgrado, siempre fundamentales en los muestreos, e investigadores del COPAS, muchos voluntariamente, quisieron ser parte de la campaña por lo novedoso e interesante de la experiencia. Y es que era salir a la caza de las tormentas y eso fue como protagonizar la popular película noventera “Twister”.

Así lo vivió Camila Fernández, que fue a observar en su rol de directora del COPAS Coastal y por su inquebrantable vocación científica participó de los muestreos sin estar vinculada formalmente a la línea de investigación. Hasta estuvo acompañada de sus hijos, quienes tuvieron la oportunidad de vivir la cacería y lanzar balones meteorológicos. Un trabajo con el que se reencontró luego de muchos años, tras haberlo visto en un crucero científico mientras era estudiante.

Aunque desenvolverse en un área como la climatología tampoco restó novedad, porque Martín reconoce que, si bien ha investigado eventos extremos y que en el CR2 hay un potente trabajo con los ríos atmosféricos, su vínculo con este fenómeno siempre había sido tangencial y no su foco de estudio, que ha estado en los eventos de temperatura.

Entretenida e impactante vivencia, incluso si implicó afrontar condiciones ambientales adversas que no son confortables ni ajenas al quehacer en las ciencias del mar, alma del COPAS, o las de la Tierra en que se enmarca la climatología. Quizá lo más significativo de la campaña y de la línea para el COPAS Coastal y el progreso científico nacional e internacional está en reunir con el mismo fin a dos campos de estudio con lenguajes y paradigmas distintos.

Tan distintos que oceanografía y meteorología se mueven en una escala espacio-temporal distinta.  Sobre ello, Martin ejemplifica que “hay tres dimensiones espaciales, horizontal (dos) y una vertical que nosotros definimos positiva hacia arriba y en oceanografía hacia abajo, porque el océano se mira de la superficie hacia abajo”. Así, meteorología y la campaña en terreno fue como tener “un perfil oceanográfico inverso”, precisa Camila.

También resalta que “una tormenta se vive muy patente y estar ahí, a merced de los elementos y tirando el globo, da otro cariz a la investigación y a los estudiantes les dio algo concreto para trabajar”. Eso marca otra diferencia entre estudiar atmósfera y océano, porque aclara que este se ve como una masa oscura hacia abajo, sin ver el fondo ni los fenómenos como tal.

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Llega la potente interdisciplina

Dos formas diferentes de ver los fenómenos, dos disciplinas con mucho en común para decir y aportar. “En la oceanografía y meteorología miramos desde ópticas distintas, pero complementarias”, sostiene Martin. Eso significa que al combinar información de las perspectivas atmosférica y oceánica se puede construir una panorámica del fenómeno.

Eso busca el trabajo en “Forzantes Atmosféricas y Oceánicas” y lo permite la interdisciplina, que se empieza a concretar y potentemente en esta nueva etapa que ejecuta el COPAS y de la mano de la creación de esta línea de investigación, la llegada de Martín y la alianza del COPAS con el CR2.

“Una de las piezas del puzle que nos faltaba era acoplar la atmósfera con el océano. Si queremos realmente ver el efecto de los eventos extremos debemos tener en nuestras filas a gente que haga meteorología, climatología y geofísicos. Son áreas del conocimiento que estaban ausentes del COPAS hasta hace poco”, resalta Camila, porque asegura que “sólo desde la oceanografía no podemos responder ninguna de las preguntas que tenemos”.

Un salto que, con todo lo novedoso o entretenido del trabajo en terreno en la campaña meteorológica, tiene mucho de desafiante para quienes hacen ciencia y, por ende, para parte importante del grupo de investigación es algo poco explorado y hasta totalmente nuevo.

Es el caso de Valentina Valdés, postdoctorante financiada por la ANID en el Coastal e investigadora del COPAS desde su fase Sur-Austral y siempre vinculada a trabajos en su área que es la biogeoquímica marina, como sabe que es la situación de muchas personas científicas.

“Ha sido todo un reto para mí, porque venía de un área muy específica y sin mucha interacción con otros grupos de trabajo”, cuenta y también que “muchas veces en la investigación se suele especializar en un área acotada y se centra en responder preguntas a pequeña escala”. Es decir, realizar un trabajo muy disciplinario.

“Ahora tuve que meterme al área física del agua sin saber mucho y tratar de avanzar aprendiendo de ellos. Es un desafío cuando se tiene que aprender, pero lo lindo es que conoce a otra gente y a otros puntos de vista, da una mirada más amplia y puedes sacar nuevas ideas y aplicarlas a tu trabajo”, sostiene Valentina.

Un impacto en el propio quehacer y más: “con la interdisciplina el trabajo se enriquece y se pueden responder preguntas más complejas: una pregunta científica se puede mirar desde algo muy específico y también desde distintos puntos de vista y, así, llegar a una conclusión más contundente”, reflexiona.

Algo crucial de tener consciente en el trabajo científico cotidiano y, sobre todo, considerando que separar atmósfera y océano como sistemas con sus fenómenos es una separación que se hace desde la ciencia para tener mayor especialización en las investigaciones y los grupos se encasillan en ciertos temas. Pero, destaca Valentina, “en la naturaleza todo está correlacionado y las mejores respuestas están en que podamos interactuar: ahí se descubren grandes cosas”.

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Ciencia para impactar a la sociedad

En efecto, la interdisciplina hace converger a distintos saberes para generar una mirada integral y completa sobre un fenómeno y eso permite comprenderlo mejor.

Por eso, el trabajo interdisciplinario es el robusto camino que se construye en el COPAS y con la meta en avanzar hacia la transdisciplina, plantea Camila, de cara a su gran objetivo de generar conocimientos para apoyar a la sociedad chilena a adaptarse al cambio climático y global. Las predicciones sobre sus impactos, con manifestaciones que ya se ven, son claras: los eventos extremos aumentarán en intensidad y frecuencia. Y los factores ambientales tienen directa repercusión en la salud, bienestar y calidad de vida de las personas.

Sobre ello, Martin asegura que “hablar de eventos extremos tiene aplicación directa en la sociedad. Por ejemplo, las inundaciones que han sucedido en Concepción, ciertamente, se asocian a la ocurrencia de ríos atmosféricos. En la medida que conozcamos mejor a estos eventos podemos prever mejor su ocurrencia y mitigar parte de sus efectos”.

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Lluvia con vida

Tan novedosa y emocionante ha sido la experiencia de integrar las miradas atmosféricas y oceánicas en esta línea, desplegar campañas paralelamente, que la curiosidad e inquietud se potenció y en plena experimentación surgieron nuevas ideas.

Así, durante la ocurrencia de los ríos atmosféricos a Camila se le ocurrió saber qué pasaba, biológicamente hablando, con el agua de lluvia. Y Valentina estuvo a cargo de ejecutarla, colectando, experimentando con las muestras e indagando.

Todo sin saber qué debían esperar y sin saber que debían esperar algo. Pero, algo pasó.

Como resultado preliminar, si bien faltan análisis y llegar a conclusiones acabadas, Valentina cuenta que “se vio que esta agua se puso verde tras un par de semanas de incubación y dar vitaminas a las muestras, entre otras sustancias, asumiendo que hay una comunidad ahí, porque en una gota de agua tenemos millones de microorganismos”. ¿Qué significa?, que “hay organismos capaces de hacer fotosíntesis. Entonces, el agua de lluvia pasa de ser algo inerte sin un aporte, a algo a lo que si le das las condiciones necesarias puede cumplir rol en un ecosistema”, aclara.

El reto es descubrir quiénes habitan esta agua con sus dinámicas y determinar si puede tener impacto en la columna de agua  del océano.  “Los ríos atmosféricos generan mucha agua que cae al océano y nos dimos cuenta que tiene muchos nutrientes y algún efecto puede generar, al menos en la parte más superficial de la columna”, precisa. Eso hace que la inquietud novedosa conlleve respuestas de gran potencial de impacto, sobre todo porque los eventos extremos están aumentando en frecuencia e intensidad producto del cambio climático.

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