Por Natalia Quiero Sanz

¿Por qué no te dedicas a hacer a algo más fácil que la investigación? Quizá no son las palabras textuales, han pasado varios años desde que las escuchó, pero sí es exacto el sentido de la interpelación que oyó cuando estaba en los estudios finales del Doctorado en Ciencias Biológicas, área Biología Celular y Molecular, en la Universidad de Concepción (UdeC).

La inquietud se la planteó el director de su tesis a la hoy doctora Allisson Astuya. El mensaje percibido fue que como mujer debía dedicarse a otros roles y labores. Aunque se molestó, no se desmotivó: se sintió desafiada e impulsada a seguir una carrera académica, a demostrarle a otras personas y a ella misma que podía, que iba a lograr cada objetivo y serían cada vez más ambiciosos.

“Ha sido un poco complejo insertarse en el área de la ciencia, pero tiene que ver con  el querer hacer las cosas. Yo sé que hay muchas mujeres que han tenido muchas dificultades, pero por lo general yo soy bastante porfiada. Entonces, generalmente, me pongo metas y las tengo que cumplir como sea”, manifiesta Allisson quien, de hecho, ha llegado tan lejos como se propone o, por su disciplina, se ha sumergido tan profundo como quiere.

Es que tiene una consolidada trayectoria en científica del mar  y académica del Departamento de Oceanografía en la UdeC, donde dirige el Laboratorio de Biotoxinas (LBTx-UdeC) que ella misma propuso e implementó, además de ser investigadora de la unidad MOTOR del COPAS Coastal.

Los reconocimientos a su trabajo e investigación están por doquier, han sido habituales. Posee una alta productividad científica y liderazgo de un variopinto de proyectos adjudicados en relevantes fondos regionales y nacionales. También tiene a su haber galardones por el gran impacto de las investigaciones que realiza junto a su grupo y que se enmarcan en distintos campos de la ciencia, sobre todo en investigación aplicada, desarrollo e innovación  y transferencia de conocimiento/soluciones.

Por ejemplo, en el LBTx-UdeC se dedican a detectar y analizar biotoxinas marinas en muestras de mariscos destinados a consumo nacional y exportación, además de otras matrices como microalgas. Es el primer laboratorio de este tipo en la Región del Biobío. Su aporte se evidencia en que, además de avanzar en la generación de ciencia y conocimiento en esta materia, ofrecen el servicio a organismos públicos que pueden usar la información para tomar decisiones que son de suma relevancia en materia económica y sociosanitaria.

Sin desánimo, con determinación

Si Allisson repasa su exitosa carrera, desde sus inicios al presente, sabe que las dificultades han sido varias; no sólo por las propias de la ciencia en general o en particular del área a la que decidió dedicar sus esfuerzos. Reconoce que en el despegue de su carrera y vínculo con coetarios “ha sido difícil” ser mujer dentro de un mundo predominantemente de hombres como es la academia y con ellos como protagonistas de los liderazgos y cargos directivos.

Si la brecha de género es un reto actual, era un problema aún más grande hace años, marcado por prejuicios y estereotipos vinculados con que hay profesiones y trabajos que no son aptos para mujeres y las encasillan como el “sexo débil”. “Siento que los hombres están más seteados a la integración, pero en mi época no era así”, recuerda.

Sin embargo, asegura que “cuando me dicen que no soy capaz me estimulan a hacer las cosas. A veces la ruta no es la que elegí al principio, pero esto me va enseñando por dónde tengo que seguir. Creo que si he logrado lo que he logrado ha sido porque no me he desanimado rápidamente, por resiliencia y por querer aportar”. Y, a fin de cuentas, resume que alcanzar las metas propuestas y el éxito “se trata de un aprendizaje constante  y de buscar socios en el camino, que han sido hombres y mujeres. En especial en mi laboratorio, las chicas han creído en este sueño conjunto, desde que no había nada y cultivábamos células en caja de plumavit”.

Claro está que en esa receta del éxito para avanzar en el camino hay varios ingredientes. Está la formación profesional y capacidades especializadas, pero también que la clave para Allisson ha estado en su determinación y el empoderamiento con que afronta al mundo. Determinación y empoderamiento que busca e inculca en las nuevas generaciones de científicas que se forman a su alero, mientras colaboran en desarrollar ese espacio científico de alto impacto que ha construido desde cero, cuya historia partió con pocos recursos y mucha convicción.

Fue en 2008 cuando una adjudicación de fondos basales  permitió comprar algunos equipos y en 2011 un Fondef llevó a construir un laboratorio de cultivo celular. Pero, en 2017 y con la obtención de financiamiento desde el Fondo de Innovación para la Competitividad Regional (FIC-R) del Gobierno Regional del Biobío se pudo implementar lo que hoy es el LBTx-UdeC.

Un laboratorio de mujeres

“Cada chica que está aquí es parte importante del engranaje. Vamos a un lugar común, somos equipo”, afirma, y habla del equipo de chicas porque “nunca hemos disgregado a hombres o mujeres, pero los filtros se hacen solos y generalmente en mi laboratorio hay más mujeres”.

“Será porque hay que ser constante y tener paciencia e ir creciendo”, reflexiona Allisson como respuesta. Lo que no atribuye a competencias eminentemente de mujeres, sino las que caracterizan al grupo con el que trabaja y  se necesitan para echar adelante cada uno de los proyectos que son parte del gran proyecto que es el LBTx-UdeC.

“Hombres que quedan en el laboratorio se han rendido en el camino. Cabros que han estado trabajando y les gusta, pero dicen que no se la pueden, porque hay que ser perseverante, riguroso y tener cuidado. A veces es frustrante, porque el experimento está listo y a veces se cae, porque la ciencia es así.  Y uno no puede decir ‘me voy para la casa’. Y siempre que algo no funcionó les pregunto por cuál es el plan B o el C”, manifiesta.

Estas cualidades generan una sincronía que crea un nivel de empatía superior; tan esencial para mantener relaciones humanas sanas como tan esenciales son las relaciones humanas sanas para mantener un buen clima laboral y conducir al éxito.

Para Allisson, así como para el grupo de científicas que la acompañan, el pilar fundamental es actuar como soporte de quien lo necesite, porque el éxito de una es el de todas y si una afronta una dificultad hallará el apoyo para combatirla.

Por eso, en el equipo el ser madre está lejos de ser problema o limitante como suele suceder en la academia o el mundo laboral en general. “Hay chicas que antes de empezar a trabajar me han dicho ‘tengo un problema: tengo un hijo’. Ese no es un problema para nosotras, al contrario, es parte de nuestro sistema. Mientras una hace el experimento, otra cuida al bebé. Yo tengo un hijo y muchas veces ha tenido que ir al laboratorio y quedarse mientras hago experimentos”, cuenta.

Las científicas empoderadas

Y las características del grupo humano que da vida al LBTx-UdeC no son percepción de Allisson; del impacto de su rol y trabajo dan fe muchas personas.

Como Ambbar Aballay, hoy tesista de doctorado de Allisson y jefa de laboratorio en el LBTx-UdeC. Es una de las más antiguas, está desde cuando aún no empezaba su tesis de pregrado en Ingeniería en Biotecnología Marina y Acuicultura y los experimentos celulares se cultivaban en esas cajas de plumavit. Aunque tuvo un paréntesis en otro laboratorio cuando estudiaba el magíster, retornó cuando el LBTx estaba en formación.

“Decidí quedarme porque Allisson siempre estimula a hacer todo lo que quieras. Si no hay recursos busca ayuda. O si tienes una idea que diverge de lo que se hace normalmente, hay quienes podrían cerrar las puertas, pero ella dice que lo intentes. De alguna forma, entrega todas las condiciones para que puedas desarrollar tus ideas. Ha sido una buena experiencia y gatillante para crecer en el ámbito profesional”, manifiesta.

La analista del laboratorio Alejandra Rivera lleva casi una década, inició con su tesis de pregrado guiada por Allisson, cuando ingresó al COPAS Sur-Austral.

Desde su también “súper buena experiencia” agrega que “se ha dado un ambiente familiar, porque somos puras mujeres y el equipo funciona tan bien así, y por lo mismo no me siento muy afectada por las diferencias de género y nunca me he querido ir de acá. Además, ha habido crecimiento, el laboratorio ha ido avanzando, hemos ido haciendo más cosas y yo he ido aprendiendo un montón”.  

Ghislayne Rivera egresó en 2022 del pregrado, pero en 2017 se involucró con Allisson como profesora en un curso y trabajar en el grupo humano es la única realidad laboral que tiene. Y lo agradece.

“Cuando converso con compañeros no han tenido las mismas oportunidades ni ambientes en el trabajo”, cuenta, “tuve la suerte de llegar a una instancia donde las mujeres en ciencia son empoderadas. Lo veo como referente. La profe dice que todo lo hemos logrado gracias a nuestras capacidades, pero una no siempre logra verlas y ella está atrás diciendo ‘tú puedes’; no da las respuestas, sino el apoyo y fuerza que a veces se necesita”.

“Muchas personas piensan que por ser puras mujeres hay riñas y es todo lo contrario, y creo que la profe es responsable de que el ambiente sea de esa manera”, plantea Alvarita San Martín, estudiante de Bioingeniería en la UdeC que ingresó en 2018 al laboratorio, donde encontró un grupo humano que “tiene disposición y apoya” cuando pasan dificultades. “Trabajar en colectivo es la clave, más allá de que seamos mujeres, es el apoyo profesional y humano que nos damos una a la otra”, asevera.

El 2021 Victoria Alfaro llegó a hacer su proyecto de tesis con Allisson y ahora trabaja en el laboratorio como asistente de investigación en un proyecto Fondecyt.

Como todas ha vivido el dulce y agraz del quehacer científico, pero destaca que “la experiencia en el laboratorio ha sido de nunca sentirme sola, siempre tener a alguien que puede enseñar o ayuda a buscar las opciones para solucionar”, porque cree que al ser sólo mujeres y tener como guía a  Allisson “se ha generado una fraternidad, todas nos apoyamos y todas vamos a llegar juntas a triunfar; la profe nos apoya a todas e insta a que nos apoyemos entre todas”.

Y de eso se trata, eso siente  Allisson,  que no asume sus logros sin el aporte crucial de sus científicas empoderadas en superar cada reto planteado.

Sobre todo, está convencida, el poder que les quiere dar a sus investigadoras, es la confianza de que “en lo que ellas decidan emprender son capaces”. Ella es la que cree más firmemente que sus científicas y se los demuestra; la fórmula del éxito es que vive a diario y les transmite a sus investigadoras que ellas, como cualquier persona con metas e intereses, puede contra todo si se empodera y actúa con determinación, sin importar qué tan cuesta arriba está el camino.

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