
Por Natalia Quiero Sanz
¿Cómo es ser mujer en las ciencias del mar? ¿Es difícil? ¿Es desafiante? ¿Hay discriminación? ¿Hay peligros?
Son preguntas que la mayoría de las científicas, si no todas, han recibido y en distintos contextos o motivos. También son preguntas que no deberían plantearse, porque el género no debería ser tema ni menos un problema, ni en las ciencias marinas, ni ninguna ciencia, ni en nada. Pero, las preguntas se hacen y el género es tema o parece problema en varios aspectos.
Por eso son preguntas que responden tres investigadoras de COPAS Coastal para ahondar en su experiencia de ser mujer en las ciencias marinas. Y por eso el centro de excelencia, en su nueva etapa, estableció la Unidad de Equidad y Diversidad para trabajar concretamente en reducir las brechas.
Un esfuerzo y entrevistas que se deben entender en el contexto de que suele experimentarse que, ser mujer en la academia es estar en un mundo de hombres, a nivel nacional e internacional.
Datos de Chile, obtenidos desde informes de organismos como el Ministerio de Ciencia o de la Mujer y Equidad de Género y de universidades, evidencian que la participación femenina dentro de las STEM e investigación es menor a la masculina, con un porcentaje de 30% versus 70%. El número es más alto que en décadas pasadas y todavía sigue siendo bajo, y el fenómeno se nota cada vez menos al inicio del pregrado pero sigue siendo patente al avanzar la carrera académica.
En efecto, urge avanzar mediante iniciativas como políticas públicas o institucionales, donde caben acciones dentro de universidades o entidades como el COPAS. En el mismo horizonte, es siempre relevante visibilizar las brechas y retos existentes, para no olvidarlos e impulsar avanzar hacia la igualdades por desigualdades que se explican por factores socioculturales como estereotipos de género que han atribuido ciertos roles y competencias al ser mujer u hombre, y que se impregnan desde la infancia, y muchas veces determinan las vocaciones y decisiones profesionales.


Llegar a las ciencias marinas
Andrea Piñones, investigadora de la línea 1 (Forzantes atmosféricos y oceánicos); Verónica Molina, investigadora de la línea 3 (Biogeoquímica costera); y Andrea Cisterna, estudiante de Doctorado en Oceanografía, tienen distintas trayectorias que las llevaron a las ciencias marinas, pero coinciden en el impacto de su entorno en la apertura a las vocaciones y decisiones profesionales y en reconocer que la experiencia no es igual de fácil para una mujer que un hombre en estas disciplinas, incluso, cuando saben que su vivencia no se compara a lo complejas de otras que han conocido.
La bióloga Andrea Cisterna comenzó a interesarse en el área porque lo estudió su hermana mayor y verla desenvolverse la motivó a seguir una carrera en la que se dedicó a la zoología marina, luego de no sentirse a gusto en su primera elección profesional.
Verónica Molina, que se formó como profesora de biología y desde allí transitó al doctorado en oceanografía para hacer carrera académica centrada en microorganismos de diversos ambientes acuáticos, desde niña se define como curiosa y exploradora de una naturaleza que siempre la maravilló y una de las experiencias más significativas que recuerda fue el obsequio de un microscopio en su niñez y la participación en grupos scout.
Para Andrea Piñones, llegar a la oceanografía física fue una opción prácticamente natural e incuestionable, aunque reconocía que las mujeres elegían el campo de la biología o química. Su gran impulso es el ser una persona movida por el pensamiento lógico-matemático y muy racional, dice.


La maternidad y el demostrar
Cada una, con sus distintos intereses dentro de las ciencias marinas, asegura tener una experiencia en la que no ha sentido alguna discriminación o cuestionamiento por ser mujer de manera directa. Aunque no significa que su tránsito haya sido fácil o que no hayan sabido de casos que afectaron notablemente a otras compañeras.
Un notable punto crítico lo menciona sin dudar la joven doctorante del COPAS, como algo que notó desde el pregrado: “vi discriminación en compañeras que fueron madres”. Es una experiencia vital que no tiene, pero desde lo que ha visto considera que “la maternidad es una de las principales piedras de tope para las científicas y el avance en su carrera”. Una injusticia que se da en nombre de la “productividad”, pero condena el hecho de que con el embarazo e inicio de la maternidad se produce una salida del trabajo y una pausa en la investigación. “Es algo completamente natural que no debiese ser condenado”.
Y esa experiencia vital sí la tienen las investigadoras Verónica y Andrea P, quienes optaron por privilegiar su carrera académica antes de decirle que sí al ser madres, por lo que veían en sus pares y por lo que creían que podrían vivir.
De hecho, Verónica afirma que para avanzar en su carrera lo más notorio “ha sido la postergación de la maternidad… Es algo que dejé pasar y en mi postdoctorado lo decidí, porque antes tenía que dedicarme a avanzar en mi carrera científica”.
Algo que atribuye, en gran parte, a que la principal sensación de diferencia que ha experimentado es que a sus colegas varones les costaba menos pertenecer a grupos de investigación y estar insertos en el mundo científico que a las mujeres que “siento que tenemos que demostrar mucho más”. “Veía que en mis pares que tenían hijos les costaba más y tenían que contar con mucho apoyo. Y yo conté con apoyo”.
En este sentido, Andrea P. confiesa que “con la maternidad y la ciencia toca decidir y priorizar (…) Antes todo el tiempo era ciencia, sólo me dedicaba a investigar y escribir. Ahora no. Mi hija tiene 7 años y me ha tocado decidir si puedo o no participar de un proyecto, un terreno o un crucero, porque desde que soy madre no puedo participar en todo”.
En parte esto se debe a que en las investigaciones oceánicas son habituales las salidas de campo a distintas zonas del mar o la costa y los cruceros científicos que implican embarcarse varios días o semanas en que se debe alejar del hogar y en periodos que suelen coincidir con las vacaciones de verano escolares, además de estar en condiciones que muchas veces implican desconexión. Así que tampoco faltan los cuestionamientos sobre la asistencia a estas instancias y el “dejar” a la familia, que podría ser la familia o desde la academia y la sociedad en general.
En ese contexto han experimentado dificultades por las responsabilidades y emergentes que demanda la maternidad y labor de crianza, incluso cuando han tenido una red de apoyo importante y de lo que muchas otras mujeres no gozan. Pero, saben que son decisiones, complejidades y juicios que no viven por regla general los hombres que sí priorizan su trabajo.


Mayor cuidado y cargas
El trabajo en el espacio marino-costero, que requiere trasladar pesados equipos e instalar instrumentos como boyas o embarcarse y estar en condiciones y zonas más extremas, es un factor que Andrea Piñones relaciona con las brechas, discriminación o prejuicios en las ciencias marinas.
Porque dice que son labores que se asocian a fuerza masculina, como masculina es la que muchos creen como capacidad de estar en situaciones desafiantes y se ve a las mujeres como más débiles.
Nada más alejado de la realidad, dan fe las tres científicas, son labores sin género como también los riesgos físicos de sufrir un accidente, golpe o herida.
Sí tienen género los peligros de estar en una sociedad marcada por la violencia machista y la construcción de inseguridades en espacios que deberían ser seguros, como el laboral y académico, advierte Andrea Cisterna.
“Siempre he pensado que por ser mujer debes tener más cuidado, porque una no sabe con quién se vincula y muchas veces confía en gente en quien no debería. Se sabe de situaciones de abuso que ocurren y muchas veces no se denuncia o no pasa nada y las personas (que ejercen la violencia) siguen trabajando. Hay muchos investigadores que hacen vista gorda. Una por ser mujer no debe pagar ese costo, debería estar en un espacio seguro de estudio o trabajo. No debería pasar, pero pasa”.
Desde allí, Verónica Molina sostiene que “siempre vi que por ser mujer hay una mochila mucho más pesada” y también lo dice porque siente que “hay que demostrar mucho más y trabajar el doble que los hombres”.
Sobre esto precisa que “las mujeres somos las que más recibimos actividades administrativas”. Añade “la responsabilidad de tener que ser referentes para las jóvenes”, si bien lo asume como bonito, es una demanda extra. Y no deja de relevar el peso mayor que hay sobre las mujeres de trabajar en instancias relativas al tema de género, sin desconocer que es una tarea indiscutiblemente necesaria afirma que “al final suma, pega y parece que nosotras tenemos que solucionar un problema que es de toda la sociedad: deben haber hombres y mujeres en este tránsito”.


Desafío compartido y la transformación como solución
Andrea Piñones confirma que siempre en las actividades vinculadas al género hay pocos hombres y lo protagonizan las mujeres, si bien enfatiza que es clave incentivar la participación masculina en estas instancias para avanzar en las soluciones.
Porque para reducir y erradicar las brechas, los lenguajes discriminatorios y las distintas formas de violencias de género, muchas inconscientes y debidas a factores socioculturales, lo trascendental y que urgentemente se necesita es una transformación sociocultural profunda, que parta desde lo individual a lo colectivo, desde las familias y escuelas hasta la academia y sociedad, con acciones que se den en todos los ámbitos.
Y en ello es esencial empoderar a las mujeres, como también lo es, promover e instaurar un cambio de pensamiento y acciones en los hombres, de tal forma de hacer del lugar de trabajo y a toda la sociedad un espacio agradable y seguro para desenvolverse.
En este mismo sentido, Andrea Cisterna releva que es necesario que las instancias de sensibilización y educación siempre vayan de la mano con la entrega oportuna de la información respecto de las personas, entidades y conductos regulares a los que recurrir ante cualquier situación de violencia que se viva dentro de la academia (desde el pregrado), y lograr que este tipo de situaciones, que no deberían pasar, se condenen tan fuerte en el discurso como en la acción.
Si bien hay avances en la participación femenina en STEM y en la equidad dentro de la ciencia, son varios los retos sociales para superar al gran reto de eliminar brechas y violencias de género en los que ya están trabajando en el COPAS. Así, las preguntas que abren esta nota dejarán de interpelar a las mujeres y el tema de ser mujer dentro de las ciencias dejará de ser un tema, será un hecho normal e incuestionable. Tal como realmente lo es.