
Por Natalia Quiero Sanz
“Las salidas a terreno te entregan la libertad de trabajar en algo que te apasiona y, al mismo tiempo, te sumergen en la inmensidad de la naturaleza”, asegura Celeste Parra.
Marcelo Ramírez profundiza que “a pesar de los sacrificios personales, el trabajo en terreno ofrece la oportunidad de conocer lugares remotos y flexibilidad en los horarios debido a la naturaleza de los viajes”.
Para Karina Fuentes “la mayor retribución es poder estar presente y observar los paisajes que entregan los ambientes extremos… Pese a lo duro del clima y lo extenuante del trabajo, volvería feliz”.
“Tratar de lograr un equilibrio entre lo laboral con lo familiar es difícil. Pero, poder conocer lo que nadie conoce es un privilegio e impresionante, porque ese tipo de viajes la población no lo puede hacer o es carísimo”, manifiesta Pamela Barrientos.
Cuatro personas, distintas experiencias, el mismo sentir. Son parte de la ciencia y el COPAS en distintas líneas y hace distintos tiempos, pero les une la pasión y convicción por lo invaluable que resguarda ese desafiante y esencial quehacer que llevan adelante, que implica hacer importantes esfuerzos y sacrificios para contribuir a llegar cada vez más lejos en las fronteras del conocimiento.
Desde la comodidad de la ciudad y la calidez del hogar hacia complejas navegaciones y fríos ambientes; desde una acotada y tranquila y/o segura rutina diaria en la universidad hacia largas e intensas jornadas de trabajo en terreno. Pero, también desde el corazón de la capital penquista hacia lugares recónditos y/o imponentes; desde el sacrificio a la travesía que se vuelve una oportunidad de adentrarse en espacios a los que no cualquiera puede llegar.
Celeste, Marcelo, Karina y Pamela son parte de ese selecto grupo de científicos a los que su trabajo ha llevado a sitios extremos y que maravillan para desplegar campañas de muestreo y observación en busca de datos que permitan generar evidencias para comprender mejor al vasto y vital océano e impactar con nuevos saberes que pueden resultar cruciales para diseñar soluciones o tomar decisiones e implementar estrategias en pos del cuidado y conservación de un planeta acechado por diversas crisis ambientales como el cambio global.
Es cierto que es una labor en que muchas veces se duerme poco y trabaja mucho o que obliga a perderse ocasiones especiales junto a la familia, reconocen, pero también que se gana en experiencias para la carrera y vida gracias a vivencias únicas, imperdibles e imborrables.


El extenuante e infaltable trabajo con el océano y su biodiversidad
“Las labores de terreno son muy extensas, muchas veces embarcados sacamos la cuenta y llevamos 20 horas trabajando sin notarlo”, afirma Celeste, joven bióloga marina que es asistente de investigación y encargada del Laboratorio de Oceanografía Costera que dirige Fabián Tapia, con quien trabaja desde su tesis de pregrado que defendió hace más de dos años.
Sin embargo, enfatiza, “las salidas a terreno son parte fundamental de nuestro trabajo”.
“He muestreado en el Fiordo Puyuhuapi en invierno o saliendo de esa estación, y el frío se siente muy intenso. Si no se usa una buena protección para la cara y manos el dolor del viento helado dificulta la toma de muestra”, expone Karina, bióloga marina asistente de investigación en la línea 3 (Biogeoquímica costera) de COPAS desde 2022.
“Me ha tocado estar dentro del fiordo a bordo de una embarcación varios días seguidos, el máximo ha sido 6. Los horarios nunca son fijos, depende de los tiempos de incubación de experimentos y por esto varios días debemos quedarnos hasta entrada la noche o levantarnos a muestrear a las 6 de la mañana; momentos en los que el frío se siente más intenso. Además, es normal mojar la ropa durante el muestreo y procesamiento de muestras, y a veces se sigue trabajando así”, profundiza.
La parte técnica e instrumental del terreno es también compleja. “El trabajo en terreno presenta desafíos considerables, especialmente al enfrentarse a las olas. Por ejemplo, la instalación de anclajes puede volverse extremadamente desafiante cuando las olas son intensas”, reconoce Marcelo, ingeniero informático e integrante de la Unidad de Desarrollo Tecnológico de MOTOR con cargo de técnico en instrumentación científica desde 2023.
Se suman las horas de navegación para llegar a puntos alejados a trabajar, normalmente iniciadas en horas de madrugada en busca de mejores condiciones, pero el mar con su oleaje, muy influenciado por el viento, puede ser impredecible e interferir con los planes diseñados con tiempo y dedicación.
“Una vez partimos a la 1 de la mañana para llegar al punto de trabajo al amanecer, pero tuvimos que regresar debido al oleaje inmanejable”, recuerda. “En una ocasión, durante mi segundo o tercer terreno, partimos a las 2 de la madrugada con la expectativa de llegar a trabajar a las 6 de la mañana en la ‘Estación 18’. Sin embargo, pasé una noche terrible en el barco, chocando constantemente contra el techo y las paredes debido al movimiento de las olas. Finalmente, decidimos regresar debido a las condiciones del mar”.
Pamela, con 15 años de experiencia en la UdeC, es la profesional a cargo del área de oceanografía biológica del COPAS, donde está adscrita a la línea 4 (Sustentabilidad de pesquerías y conservación) y a MOTOR, además de dirigir el Laboratorio de Oceanografía Pesquera y Ecología Larval (LOPEL). Su investigación se enfoca en organismos zooplanctónicos e identificación de huevos y larvas de peces, y significa trabajar mientras la mayoría de las personas trabajadoras duermen y que está acorde al ciclo circadiano o reloj biológico humano que está diseñado naturalmente para la vigilia diurna y el sueño/descanso nocturno.
“Trabajamos con estadios tempranos de algunos huevos de peces y desovan a la 1 o 2 de la madrugada. Para tratar de encontrar los primeros estadios tenemos que estar en la noche, porque los horarios no son nuestros, no los manejamos nosotros. Y muchas veces trabajas de corrido, duermes un rato y luego sigues trabajando”, relata.
Y asegura que los muestreos o experimentos nocturnos siempre son más complejos que de día: “las noches son más largas y más heladas que el día”.


La complejidad humana
Se hace obvio que es un quehacer que se vuelve sinónimo de esfuerzo, sacrificio y cansancio, tanto físico como mental y emocional, individual y colectivo.
Ahí es donde Pamela, con su larga experiencia, añade el impacto del factor social, de la complejidad y potencial de conflicto de las relaciones interpersonales y de convivir continuamente y en espacios reducidos entre diversidad de personas, formas de ser y actuar que pueden chocar en situaciones de crisis o extremas, que no faltan en este tipo de campañas donde no todo sale según lo planificado o pueden ocurrir imprevistos variados como que la naturaleza cambie las condiciones óptimas o se rompa un instrumento.
“Los cruceros muchas veces son largos y allí te relacionas con personas diferentes, muchas veces que no conoces, que pueden no ser tan afines contigo y hay que verse todos los días. Realmente, a veces se arma un reality show arriba. Realmente hay que tener harta fortaleza mental y ser bueno para adaptarte, para tratar de sobrevivir a las extenuantes jornadas de trabajo y a las personas, porque las personas somos agotadoras”, manifiesta la científica.
Con largos se refiere a que los cruceros pueden durar varios días y hasta semanas.
Ahí viene otra arista compleja desde lo social, emocional y mental, especialmente para los vínculos afectivos con pareja, familia o amistades y en las crianzas.
“Mi hijo tiene 19 años y siempre pasó muchas fechas importantes en que yo no estaba, en que su mamá no estaba”, recuerda sobre una materia en que las redes de apoyo son vitales.
Como otro punto también cuenta que “por años trabajamos en un proyecto que hacía campañas en el sur en septiembre, así que para las fiestas patrias no existíamos, no podíamos hacer ni un plan. Muchas veces pasó que llegábamos en nuestra camioneta el día en que en la universidad se hacían ramadas, y no podíamos ni entrar porque la gente estaba enfiestada y nosotros veníamos desde Valdivia o Puerto Montt y sólo queríamos descargar e irnos a nuestras casas”.


Las maravillas de la naturaleza como recompensa
Así que en y hacia las campañas de terreno en el mar la travesía es altamente compleja y desafiante. Pero, todo sacrificio tiene recompensa. Y la naturaleza con sus maravillas sí que recompensa al punto de ofrecer experiencias de vida tan impresionantes e impensadas que parecen magia, que son impagables e inolvidables, y que no hacen más que motivar a seguir esforzándose e ir por más aventuras, recuerdos y enriquecimiento.
“Tengo el privilegio de conocer toda la Patagonia en barco, porque por varios años trabajamos allá con el COPAS Sur Austral; conozco casi todos los fiordos, canales, glaciares y puertos chiquitos que nadie conoce, lugares donde vive nadie. Y lo más especial fue cuando estuve un mes en la Antártica, un hito en mi carrera profesional y un tremendo desafío”, destaca Pamela.
Así que asegura que “me han pasado cosas mágicas, la magia de la naturaleza y la vida”.
Y una de tantas memorias imborrables que atesora fue navegando entre los canales por la Región de Aysén. “La ecosonda, el GPS, toda la parte electrónica de la embarcanción estaba mala. Entonces, el capitán iba con todo apagado e íbamos a buscar un lugar seguro donde fondear. Iba despacio, era un canal y estaba oscuro, y nos venían siguiendo unos delfines. Se ven como color flúor por la bioluminiscencia, ya que el canal estaba lleno de microalgas, y van navegando contigo. Estábamos muertos de frío afuera, en el barco, pero de guata mirando a los delfines que estaban un metro más abajo y nos acompañaron hasta que llegamos… Intentamos grabar y sacar fotos, pero no se puede, sólo pudimos registrar con nuestros ojos”, recuerda con la emoción de un hito de esa envergadura, que podría darse sólo una vez y sólo para algunas personas muy privilegiadas.
Siguiendo la misma línea, Karina cuenta que “he ido 6 veces a la Patagonia, Puerto Cisnes. La posibilidad de viajar por la Carretera Austral para llegar a destino, de observar las enormes montañas que están al lado y sus frondosos bosques nativos, además del hermoso paisaje que entrega estar inmersa en el fiordo, es lo que más valoro”.
Aunque su investigación también le llevó a otro sitio impresionante en paisajes y experiencias, aunque en otra dirección. “El lugar más extremo al que he ido es el Salar de Huasco, donde se trabajaba en medio del desierto y no había nada cerca en varios kilómetros para abastecerse. Por suerte, el grupo con el que me tocó ir era extremadamente organizado, acogedor y muy unido, por lo que comida y agua nunca faltó”.
“Las noches en el desierto eran espectaculares, nunca había visto tantas estrellas y constelaciones. Hubo una noche en que se podría ver desde Chile un cometa que se observa cada cierto tiempo y todas estábamos expectantes por divisarlo, el plan era levantarse cerca de las 4 de la mañana, pero la visibilidad no era buena desde ese punto del país, por lo cual era muy tenue la visión y nos quedamos con el intento”, relata.
A Marcelo no le ha tocado ir tan lejos de Concepción y la operación central del COPAS, pero sus historias no son menos sorprendentes.
“El cañón del Biobío es uno de los lugares más interesantes a los que he ido. Aunque no está tan lejos, el viaje desde Dichato implica unas cinco horas de recorrido a lo largo de la costa, con vistas impresionantes de Talcahuano y la península de Hualpén. Aunque, debido al paso por mar abierto, las olas pueden convertirse en un desafío, especialmente para aquellos propensos a marearse”, sostiene.
En el mismo sentido la experiencia de Celeste, a quien le ha tocado ir a zonas costeras de Maule, Ñuble y Biobío, y con gran recurrencia a la “Estación 18” que está cercana a la Bahía de Coliumo donde el COPAS va una vez al mes a realizar muestreos para poder mantener la serie de tiempo que inició en julio del año 2002, y que se ha mantenido desde entonces gracias al Centro COPAS, el Departamento de Oceanografía y algunas iniciativas individuales.
Y es que mucho depende también de la forma en que se percibe, recibe y experimenta una vivencia, muy teñido por anhelos y convicciones construidas a lo largo de la vida y que permiten que el trabajo en terreno, donde sea que se ejecute, implique cumplir metas.
“Soy nacida y criada en Cauquenes, Región del Maule. Una ciudad pequeña que ni siquiera tiene playa. Aún recuerdo cuando un grupo de divulgadores científicos visitó mi liceo mostrando la carrera de biología marina y en esa oportunidad decidí que eso era lo que quería hacer”, afirma.
Así que materializó su decisión y comenzó su formación en la UdeC. “El tema de mi tesis surgió de una pregunta científica que me hice visitando la costa de mi región. En verano, en Chanco varan peces casi cronológicamente los primeros días de febrero (algo raro de ocurrir en la naturaleza). Es por esto que en clases de ecología marina de la carrera le comenté al profesor Fabián Tapia mi inquietud por esta situación en particular y así comenzamos la aventura que fue tratar de responder esta pregunta”, cuenta, lo que la ha llevado a continuar su labor científica para ir a puntos cercanos, pero impresionantes.
¿Adónde les llevará el próximo desafío científico? Con más o menos certeza por proyectos vigentes y planificaciones de corto o mediano plazo, lo más certero es que la posibilidad de adentrarse en la naturaleza con su magia fue un aliciente para dedicarse a las ciencias marinas y estar en el COPAS y que vivir aventuras impresionantes e imborrables experiencias al regresar a lugares recónditos donde pocos pueden llegar o conocer otros nuevos son hoy grandes anhelos y motores de la labor científica que llevan adelante Pamela, Celestre, Marcelo y Karina.

