
Por Natalia Quiero Sanz
En la inconmensurable naturaleza hay todo tipo de tamaños y formas de vida y dinámicas esenciales que conforman complejos universos dentro de nuestro gran universo, donde queda mucho por descubrir y saber.
Se alberga diversidad microscópica en una gota de agua del mar que también es hogar del ser vivo más grande que ha existido en millones de años de evolución, la ballena azul. Dos puntos extremos en los espectros de la vida conocida entre el vasto océano que baña la Tierra que impulsan las vocaciones y trabajo diario de investigadores del COPAS Coastal que han definido sus carreras y aportes sobre la base de la valoración y conservación de toda vida en el planeta: Marcelo Gutiérrez, Catharina Alves de Souza y Susannah Buchan.


Nada es simple, todo es riqueza vital
Desde el micro al macrocosmos oceánico hay muchos aspectos evidenciados y muchos desconocidos y/o en plena exploración, donde la gran certeza y convicción es que todo es esencial para la vida en el planeta.
Nada es tan simple ni una pizca de insignificante y todo termina estando vitalmente conectado. Hay fortaleza en lo minúsculo y vulnerabilidad en lo gigantesco. Todo ser vivo y elemento tiene una razón de existencia en su hábitat y la naturaleza, donde cumple funciones y resguardan respuestas de relevancia vital más allá de su propia vida, especie, tamaño y ecosistema, hasta llegar a alcanzar a la humanidad como integrante de un complejo engranaje. Nada tiene que ver el porte ni la forma, si es enorme o invisible e imperceptible al ojo humano. Todo trasciende a la buena o mala fama que un organismo o fenómeno tenga en un paradigma antropocéntrico.
“El fitoplancton es la base de las tramas tróficas y organismos clave para el equilibrio de los ecosistemas”, afirma Catharina sobre los muy diminutos protagonistas del microcosmos vegetal marino de su investigación, lo que aborda desde la ecología y también trabaja colaborando con sus conocimientos con investigadores que se dedican a la biotecnología.
Y es que el microcosmos en su enorme biodiversidad es esencial. “Los microorganismos son fundamentales para el funcionamiento del océano y planeta”, sostiene Marcelo, quien investiga la biodegradación de materia orgánica y ecología microbiana del océano en torno a condiciones extremas y recientemente también se ha focalizado en los muy inexplorados hongos marinos.
Una verdad científica, irrefutable, que a muchas personas puede sorprender al punto de no creer, parece opuesto a lo que se ha enseñado e integrado como parte del cuidado de la salud en la sociedad: el concepto de microbio, aunque se refiere a ser vivo microscópico, se asocia rápidamente a contaminación, infección, enfermedad y hasta muerte.
Como también puede sorprender que “las ballenas son símbolo de la magnitud del océano y la naturaleza, pero también de la fragilidad”, manifiesta Susannah desde el lado obvio y no tanto del macrocosmos (muy macro), oceanógrafa que investiga distintas temáticas con aplicación en el conocimiento y conservación de grandes cetáceos, primordialmente ballenas y en relación con la acústica submarina y oceanografía biológica a lo largo del Pacífico Sur Oriental de Chile.


Influencia vital desde lo invisible
Tan pequeños como muy diversos y abundantes son los microbios. Están en todas partes, desde el más extremo e inhóspito ambiente como un glaciar hasta un cálido ser humano: “hoy sabemos que todos los organismos en el planeta tienen un microbioma asociado”, afirma Marcelo, investigador de la línea de investigación en Biogeoquímica Costera.
El océano no es excepción, es un enorme ejemplo. Y cuenta que se ha estimado que en una cucharada de agua de mar podría haber cerca de 100 mil microorganismos como plancton, bacterias, virus y hongos. Diversidad cuya inmensidad se puede intentar expresar y comprender con las microalgas, de las que en la literatura se han descrito cerca de 44 mil especies, sobre lo que Catharina, investigadora de la misma línea de investigación, plantea que “el número que conocemos está subestimado”.
Así también las diversas y cruciales funciones que cumplen los microorganismos que injustamente se asocian más a lo nocivo que a lo beneficioso. Hay capaces de causar daño y poner en riesgo la salud y vida de distintos animales y personas, como las microalgas tóxicas o con cuerpos con “espinas” o microbios patógenos que son los que les hacen más famosos. Así, protagonizan interacciones que desde nuestro punto de vista son negativas, pero desde lo biológico es cumplir ciclos y sobrevivir.
“Aunque los que realmente son dañinos son una fracción menor comparados a los que son beneficiosos. Son muchas más las externalidades positivas para el funcionamiento de nuestros ecosistemas y para nuestro desarrollo”, asevera Marcelo.
Aunque lo de positivo queda corto: “participan en prácticamente todos los ciclos que son importantes para la vida en el planeta”.
Expone que, entre otros aspectos, el microbioma del océano tiene papel en el ciclo del carbono y otros elementos que son nutrientes, degrada materia orgánica, genera biomasa, produce oxígeno y absorbe gases como CO2.
Por eso destaca que es responsable de que el océano sea sostén de la vida en el planeta como uno de sus pulmones o mitigador natural del calentamiento global y cambio climático vinculados a los gases de efecto invernadero con diversidad de implicancias a nivel ambiental, ecológico y social.
Catharina ahonda para hacer el fenómeno más concreto. “Los distintos organismos del fitoplancton realizan fotosíntesis. la energía lumínica la transforman en química que son los carbohidratos que dan inicio a las tramas tróficas”. Así son “la base de las tramas tróficas en los ambientes marinos”.
Las implicancias son enormes para promover la biodiversidad y el equilibrio de ecosistemas que en conjunto conforman el gran ecosistema que es el océano con sus vitales funciones, desde donde se generan también servicios ecosistémicos tangibles para las personas, como es proveer recursos que sustentan economías y la seguridad alimentaria.
Un ejemplo local es la pesquería de la anchoveta. “Todo empieza con la proliferación de las diatomeas, microalgas abundantes en la zona de surgencia en primavera-verano, luego son consumidas por el zooplancton que llega hasta peces y organismos como anchovetas”. Entonces, hay recurso para pescar y comerciar, pero también alimentar la fauna marina: “son tramas que siguen hasta llegar a las ballenas”.


Chile como polo para conservar a las frágiles ballenas
Ballenas que cantan y encantan a Susannah y a tantas otras personas. Aunque antaño se persiguieron sin escrúpulos con fines comerciales, lo que hace aún más crucial la cruzada de investigarlas y conocerlas junto con sus hábitats para poder cuidarlas y preservarlas, a lo que contribuye con sus diversos estudios como un pionero fondo de Exploración de la ANID adjudicado el año pasado y su participación en espacios como el Comité Operativo de Ruido Submarino del Ministerio del Medio Ambiente, por mencionar algunas instancias.
“Estamos hablando de un grupo de animales que tienen un papel súper importante en la fertilización del océano (por sus heces), en el secuestro de carbono, en actividades turísticas… Pero, casi todos siguen en peligro de extinción o en estado vulnerable después de siglos de caza comercial”, sostiene la líder de la línea de investigación Sustentabilidad de pesquerías y conservación, científica inglesa que llegó hasta la UdeC para especializarse en su doctorado y dedicarse a la investigación con aplicación en la conservación desde este país que es más mar que tierra.
Porque “Chile es tremendamente relevante, porque se puede ver el 50% de especies de cetáceos, de ballenas y delfines, del planeta”, asegura por eso “es conocido como polo de avistamiento e investigación en el mundo”. “Y Biobío históricamente ha tenido mucho avistamiento, también mucha caza”. Porque frente a estas costas, en Talcahuano y caleta Chome, se albergó el que fue el mayor pueblo ballenero del sur hasta hace unas décadas.
Estas especies son migratorias y transitan desde sus zonas de reproducción a las de alimentación en el productivo Pacífico Sur Oriental que baña a la costa chilena, donde hay dos zonas en que se enfoca el trabajo: “nuestros sitios de trabajo principal son al norte la Corriente de Humboldt en la Isla Chañaral de Aceituno con la ballena fin, la segunda más grande; y en el sur la Corriente Cabo de Hornos en la Patagonia con las ballenas jorobada y azul”.
Y es que en la Corriente Cabo de Hornos está la zona de alimentación más importante de ballena azul de todo el Pacífico Sur Oriental: “No hemos encontrado otra zona donde se vean tantas ballenas azules comiendo en los meses de verano. Es súper importante, porque se piensa que las ballenas azules pasan y se alimentan en Antártica, pero para éstas su destino final es la Patagonia chilena y por eso es tan importante proteger ese hábitat”.
Protección de áreas para la conservación de ballenas a las que apuntan estudios e instancias que lidera o participa la científica, sobre todo en relación al tráfico marítimo para reducir ruido y accidentes. “Es un animal que fue cazado extensivamente, casi llegó al borde de la extinción, y hoy vemos muchas colisiones con embarcaciones como la amenaza principal para las ballenas azules”, advierte.


De la complejidad técnica a la hazaña humana
En sus muy diversos tamaños y formas, micro y macrocosmos también tienen diversas necesidades y complejidades para su exploración e investigación. Aunque los tres científicos comparten en abordar objetivos que siempre son desafiantes, ninguna tarea es fácil.
Un primer desafío en la ciencia de frontera e impacto es muchas veces “partir de cero”, cuando se trata de algún organismo, población, ambiente, fenómeno o técnica que no se ha estudiado previamente, por lo que no hay base de evidencias. Y también están las dificultades técnicas con el ensayo y error de trabajar con la naturaleza y la vida que no siempre es predecible.
“Siempre es complicado trabajar con algo que no se puede ver a simple vista”, sostiene Catharina. Para ello destaca el esencial requerimiento de tecnología y un buen microscopio que permita la observación.
Y se necesitan los ejemplares para estudiar, sean obtenidos desde muestras en ecosistemas naturales o cultivados en laboratorios con distintas técnicas. Punto desde el que Marcelo aclara que “uno de los problemas que tenemos con microorganismos es que muchas veces son difíciles de cultivar”. Y si es que se van a muestrear, como son microscópicos, no está a la vista qué hay en una muestra.
Aunque, a favor está que en el ambiente natural, aunque quede a la suerte, si se extrae una muestra habrá comunidad de plancton y microorganismos presentes, aunque no se sepa de antemano que especie.
Opuesto para Susannah y las ballenas enormes como la complejidad de su estudio: son imposibles de cultivar y no se pueden realizar experimentos controlados, hay que hallar y estudiar en su hábitat, con un éxito que depende mucho más de su naturaleza que de la destreza humana.
“Es desafiante cuando debes trabajar con animales longevos, que migran, que se mandan solos, que no se pueden manipular ni lograr rápido suficientes datos para decir algo sólido”, asevera.
Hay varias técnicas de estudio, pero se requieren campañas y largas series de tiempo para obtener datos que permitan obtener conclusiones, es decir, las evidencias y conocimientos resultan de trabajos y esfuerzos de años.
Un método para estudios de ecología en acústica y alimentación son hidrófonos marinos para grabar vocalizaciones de ballenas y otros sonidos o ruidos, no se necesita ver ni acceder a animales. Distinta la prospección visual y marcaje, cruciales para investigar poblaciones, distribución y comportamientos e implican una gran planificación previa para determinar mejor momento y sitio, aunque no siempre resulta como lo previsto, por variables naturales puede haber menos ejemplares o no se logra acceder.
“Si no están los animales no podemos hacer prospección o marcar, y es un gran esfuerzo armar una campaña y luego encontrar dos ballenas, donde tuviste que gastar el mismo dinero que en más animales. Además, el trabajo de marcaje es físicamente desafiante, preparando campañas debo levantar pesas porque hay que aguantar el palo, apuntar a la ballena y lograr pegar la marca, y aguantar el movimiento del bote. Y al poner el marcaje en una ballena siempre hay posibilidad de perderlo”, expone.
Y está lo limitado de los recursos para financiar proyectos, incluso para especies carismáticas como las ballenas, como un desafío, desde la obtención y hasta hacer rendir los acotados fondos para cumplir cada objetivo, aunque muchas veces los planes no salgan como se planearon.
Pero la convicción compartida entre estos tres científicos es que ningún esfuerzo basta y vale la pena hacer lo posible e imposible, e ir contra viento y marea ante las dificultades y cualquier imprevisto para conocer, proteger y conservar en todo esplendor a la diversa, impredecible e impresionante naturaleza, desde lo invisible a nuestro ojo a lo que nos asombra con su tamaño.